¿Cómo nace un corto de animación? ¿qué debería tenerse en cuenta a la hora de contar su historia? ¿cómo hay que transmitir el amor por el mundo del cine? Conversamos con el director Fernando Pomares sobre la parte más íntima y cuidada del sector. Varios aprendizajes: conectar con tu mundo interior, confiar en tu intuición, y saber que cada decisión es importante.
Fernando Pomares trabaja como guionista, director y profesor. Se especializó en dirección y montaje de cine y se desenvuelve laboralmente dirigiendo equipos. Su primer largometraje, La Muerte en La Alcarria, fue seleccionado en diferentes festivales internacionales y estrenado en Visions Du Réel, 2015. Dirigió la segunda temporada de la serie de animación 3D Talking Tom and Friends en Arx Anima, mientras su primer cortometraje de animación 2D, Morning Cowboy (con candidatura a los Premios Goya por Mejor Cortometraje de Animación 2018), se ha movido por festivales internacionales, entre ellos su estreno en Berlinale 2017. Además, la primera coproducción, actualmente en producción, entre los estudios franceses nominados a los Oscar Folimage y Les Armateurs, para France Television, es la serie infantil Cheeky Anna creada por Fernando Pomares y su hermana Elena Pomares.
Asegura a U-tad que su día a día varia entre esas veces en las que está desbordado por el trabajo y aquellas en las que tiene parones. Trabaja habitualmente con equipos muy grandes, “conectando con las personas”, transmitiendo lo que se quiere contar en una producción y siendo consciente de todo el trabajo que esta requiere. En definitiva, su vida es muy variada y combina su trabajo en el sector de la cinematografía con su labor como docente en el mismo ámbito.
Hemos aprovechado que ha visitado U-tad – para dar una charla sobre cómo narrar en el cortometraje de animación y proyectar su corto Morning Cowboy– y hemos hablado con él sobre su trabajo y perspectiva del sector.
Conversamos con Fernando Pomares
¿Cómo se trabaja un corto de animación?
Muy habitualmente el corto de animación lo trabajamos desde las imágenes, y a través de esas imágenes vamos construyendo una narración, una historia. Lo que hay que saber es cómo conectar esta necesidad de contar una historia con nuestros deseos, con nuestro mundo interior. Es positivo contar con herramientas con las que estirar ciertos hilos creativos y construir una historia. No tanto desde la certeza de qué quieres contar, sino desde la intuición de estar contando algo que te afecta o que es parte de ti.
¿Qué recomendaciones darías para narrar un cortometraje de animación?
Primero, confiar en la intuición. No dar por supuesto nada, ni siquiera lo que hayas visto en esas películas que te gusten mucho, ni el estilo de otros a la hora de expresar emociones o ideas, puesto que puede que sea válido para ellos, pero no para ti.
También es necesario entender qué sientes por dentro y, en vez de emular o imitar este mundo exterior – un poco industrializado a nivel de estilo y de cómo expresarnos -, tratar de buscar una forma que interpele a tu persona. Por otro lado, hay que tener en cuenta que cada decisión es importante. Conecta con su sentido, créetelo, dale un valor. Nada es circunstancial, y si algo lo es o solo es un parche para que algo funcione en la historia, entonces no es una idea tan válida. Toda idea debe funcionar por si sola. Cada imagen, cada movimiento o cada proceso en tu corto debe ser necesario por sí mismo.
Uno de tus últimos trabajos es Morning Cowboy, ¿qué querías transmitir con esta producción?
Morning Cowboy es la historia de un hombre que un día decide ir a trabajar vestido de vaquero, emulando el mundo de fantasía infantil de su época, un mundo de los años 50-60 que quiere repetir. Él, además, se considera un vaquero que consigue huir de su realidad laboral.
El corto plantea cómo una persona entiende que la vida es complicada y que hay que saber gestionar y convivir entre el mundo interior de la fantasía, de los deseos y de ilusiones (intangible), con el mundo problemático de la sociedad, de nuestro día a día, un mundo más material. En este viaje la persona se da cuenta de que tiene esas dos partes en su vida y que ninguna es más importante que la otra, pero debe aprender a vivir con ellas.
Has trabajado con 3D, con 2D, das clase de documental y de stop motion… ¿con qué te quedas?
Aunque me gusta mucho el cine a todos los niveles, quizá me quedaría con el 2D, que es el que conecta más conmigo y le siento muy cercano desde que soy pequeño. Es una técnica que permite estilizar las cosas que me gustan de live action. En el 2D se pueden coger ciertas esencias, explotarlas, llevarlas a niveles muy interesantes. El 3D también es fascinante, nunca pensé que sería tan interesante trabajar en él; y el stop motion tiene una capacidad para cautivar que no tienen otros medios; mientras que el live action te permite trabajar en la realidad, aporta magia… Pero creo que el 2D sí que es ese medio que permite bajar a tierra ciertas cosas de la realidad a un nivel muy diferente.
Ya que das clase, ¿podrías decirnos qué es lo más importante a la hora de transmitir amor por el cine, en cualquiera de sus formas, y de enseñar a hacerlo?
Es complicado porque cada cual es diferente. Lo primero es entender que vivimos en un mundo muy agresivo en el que somos muy vulnerables, y que lo que hacemos es siempre por una razón que a veces desconocemos, pero lo necesitamos. También debemos mantener la idea de respetarnos a nosotros mismos, al entorno, al medio…y desde allí intentar buscar respuestas a lo que queremos hacer. Cada uno tiene su camino y sus necesidades y hay que entenderse en esa complejidad. Por eso, el profesor tiene que transmitir su pasión con mucho respeto a todos los niveles: a la obra, al medio que le gusta, al mundo que nos rodea… Es abstracto, pero es así.
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