“Admiramos a los profesores que despertaron nuestra curiosidad y a los que nos trataron con afecto. Sin ellos habríamos sucumbido al desánimo. Ojalá nuestros alumnos nos recuerden así. Estudiar ingeniería es intenso, pero nunca debería ser traumático”, desea Javier Algarra, director académico del área de ingeniería y profesor en el Grado en Ingeniería del Software de U-tad.
El mundo académico de la ingeniería – casi en cualquiera de sus vertientes – ha despertado siempre cierto temor entre los estudiantes: ¿conseguiré aprobar los exámenes en la universidad? ¿tendré a quién acudir si me encuentro con dificultades? ¿podré graduarme, o corro el riesgo de perder unos años de estudio?
Esta situación se debe a una tradición de las antiguas escuelas de ingeniería que seguían un modelo “casi napoleónico” y que en algunos aspectos ha perdurado, explica Algarra. Era un sistema en el que estudiar ingeniería era sinónimo de sacrificio.
“El método ha sido someter a los alumnos a muchísima presión para que los que aprobaran fueran muy resistentes”. Eso no significa que fueran más creativos o brillantes que algunos de los que abandonaban, sino que habían sido capaces de sobrevivir al proceso. Es un método darwinista, un modelo de selección de los más adaptados al medio. Es algo que se ha ido perpetuando generación tras generación de ingenieros, porque había un espíritu de cuerpo muy intenso y los que pasábamos la prueba interiorizábamos que ese sistema era óptimo. Los profesores que antes fueron alumnos, tendieron a reproducir ese modelo con el que aprendieron”. Sin embargo, esta tendencia en pleno siglo XXI “no tiene ningún sentido”, sostiene nuestro experto. “Los centros que la mantienen acabarán quedándose sin lugar en una sociedad que exige excelencia pero no encarnizamiento didáctico”.
¿Quiere esto decir que, de no seguir dicha tendencia, la exigencia baje obligatoriamente? La respuesta es no. En una ingeniería, como es el Grado en Ingeniería del Software de U-tad, hay materias que son complicadas de estudiar, “pero tú no tienes que hacerlas más difíciles de lo que ya son”. Explica Algarra que cuando nadie aprueba un examen hay que tener claro que el problema es del sistema y del profesor como primer responsable, no de los alumnos. Sin embargo, “esto antes suponía un orgullo. Los profesores más duros no aprobaban a nadie, o tal vez a un 10 %, y es algo que no tiene sentido en el mundo actual”.
Añade que una ingeniería resuelve problemas útiles para la sociedad. “Es algo bonito y debería, incluso, ser divertido de estudiar. No hay que convertirlo en una especie de castigo intelectual por una exigencia mal entendida”.
U-tad, un modelo práctico y comprometido con el alumno
¿Otro modelo académico es posible? ¿Otra forma de aprender y enseñar la ingeniería es real? En este caso la respuesta es sí. En U-tad y sus clases en el Grado en Ingeniería del Software y en el Doble Grado en Ingeniería del Software y Matemáticas son un ejemplo. Lo que más atrae a los estudiantes de ingeniería de U-tad es – entre otras cosas – que la mayor parte de sus profesores tienen experiencia en el mundo de la empresa. El propio Javier Algarra es un ejemplo de ello, con toda una vida a sus espaldas implicándose, evolucionando y creciendo con la mítica Telefónica y con los cambios de su característico edificio.
Un sector que nace y se nutre de una base tecnológica en constante evolución tiene que ser capaz de transformarse a sí mismo, también desde el ámbito universitario. Sin embargo, “si tú estás enseñando como te enseñaban a ti hace veinte años, estás transmitiendo una manera de trabajar que ya está obsoleta”. Añade que en U-tad los profesores, aparte de ser buenos docentes, son profesionales y transmiten lo que están haciendo en el mundo empresarial del ahora. “Esa es una diferencia con otros centros”.
“Además, en U-tad consideramos la educación una labor compartida entre todos los que formamos este centro: profesores, alumnos y todo el personal de servicios y apoyo. Si nuestros alumnos fracasan en sus estudios es un problema colectivo cuyas causas tenemos que investigar. Es necesario estar alineados para que el modelo funcione”.
El componente práctico de las aulas de U-tad es otra de las razones de peso que atraen cada año a decenas de alumnos. “Nuestros estudiantes hacen proyectos casi desde el principio. Nuestros grados tienen una asignatura de proyectos troncal con la que se ponen en práctica los conocimientos que están adquiriendo en las demás materias. Además, hacemos hincapié en un método de evaluación continua con el que el trabajo se analiza en el día a día”. Por otro lado, se estudia en grupos pequeños que permiten trabajar en equipos, con el seguimiento real de un profesorado que conoce bien al estudiante. “Hablamos con los alumnos tanto dentro como fuera de clase”.
El esfuerzo de los profesores de U-tad es real para tratar que sus alumnos salgan reforzados de cualquier situación. Los acontecimientos que aún vivimos actualmente debido a la COVID-19 han puesto a prueba a muchos centros en su capacidad para continuar formando a los alumnos que habían apostado por estudiar en ellos. Muchos, sin embargo, no han tenido suerte a la hora de aportar soluciones reales y efectivas.
U-tad, sin embargo, desde el primer momento ha trabajado con rapidez para que la retransmisión online de las clases saliera – y siga saliendo – a la perfección. “Hemos apoyado a los alumnos, les hemos prestado ordenadores, si a alguno no le funcionaba la cámara durante los exámenes teníamos preparada una sala de emergencia para tratar estos casos… Y hemos dado las clases tal y como se hubiera hecho en presencial, en los mismos horarios y con los mismos contenidos. Incluso los exámenes se han hecho con un formato muy parecido al de siempre para no perjudicar a los alumnos”. Esto ha sido gracias a todo un equipo comprometido con unos estudiantes que confían en el modelo educativo de U-tad.
Javier Algarra tiene claro que volvería a estudiar y a enseñar ingeniería. Asegura que muchos de sus compañeros, sin embargo, no han podido comprobarlo. “Se quedaron por el camino, abandonaron porque no aguantaron tanto, y podrían haber sido buenos ingenieros”.
De la adaptación de las universidades actuales y de sus profesores depende que los ingenieros del futuro se formen con ganas e ilusión para, dentro de algunas décadas, enseñar a las próximas generaciones que estudiar una ingeniería sin miedo es posible, siempre que existan ganas, trabajo y mucha motivación. Desde U-tad, por nuestra parte, seguiremos esforzándonos y aportando nuestro granito de arena para lograr que el cambio en la forma de entender la educación haya llegado para quedarse.
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- Recuerda que puedes estudiar en U-tad el Grado Oficial Universitario en Ingeniería del Software.
- También puedes estudiar el Doble Grado Oficial Universitario en Ingeniería del Software y Matemáticas.