La inteligencia artificial (IA) se ha convertido en la tecnología de moda. Todo el mundo ha oído hablar de ella, aunque no termina de entender bien en qué consiste. A veces se presenta como una solución mágica a multitud de problemas, mientras que en otras se dibuja como una amenaza apocalíptica. Javier G. Algarra, director académico del área de Ingeniería y Ciencias de U-tad, analiza y desmonta los seis mitos más extendidos sobre el funcionamiento y la capacidad de esta tecnología.
¿Qué es la inteligencia artificial?
La inteligencia artifical es la disciplina científica que se ocupa de crear programas informáticos que ejecutan operaciones comparables a las que realiza la mente humana, como el aprendizaje o el razonamiento lógico.
¿Cómo funciona la inteligencia artificial? Mitos y verdades
«La inteligencia artificial consigue que las máquinas piensen, aprendan y actúen como los humanos»
No es así. El término «inteligencia artificial» fue acuñado en 1956 para hacer referencia a la ciencia de construir ordenadores, especialmente para hacer cálculos. Su significado ha ido cambiando con el tiempo y con la evolución de la tecnología, pero la manera de trabajar de un microprocesador es muy distinta a la de nuestro cerebro.
La IA no es una reproducción mimética de nuestra capacidad de raciocinio, creatividad o afectiva, ya que estamos aún muy lejos de poder emularlas, a pesar de que algunas aplicaciones pueden mostrar comportamientos aparentemente humanos.
«La IA vale para casi todo»
La IA ha tenido éxito en unos cuantos campos, pero no es universal. Todos recordamos cuando en 1997 una máquina derrotó al campeón del mundo de ajedrez con una aplicación de análisis de opciones por fuerza bruta. También sabemos que funciona extraordinariamente bien para reconocer imágenes (esa es la base de la visión artificial de un coche autónomo o de los sistemas de diagnóstico médico automatizados) y sonidos, y que en los últimos años se ha avanzado muchísimo en la traducción automática del lenguaje. Sin embargo, aún carece de creatividad. La IA puede generar imágenes sintéticas muy realistas, imitar la forma de pintar de los grandes maestros o incluso escribir artículos de prensa aparentemente perfectos, pero en todas estas aplicaciones está combinando material que ha memorizado en el proceso de aprendizaje.
«La IA puede ser machista, racista, insensible…»
Las aplicaciones de la IA producen resultados indeseados si se han entrenado con datos sesgados. Por ejemplo, hubo un caso en que se entrenó a una red para reconocer imágenes de perros que confundió una magdalena con pepitas de chocolate con un chihuahua. Esta anécdota, en un principio simpática, podría convertirse en una pesadilla si se esa tecnología se utilizara para reconocer personas en busca y captura. Y es que la IA carece de conciencia moral, por lo que es importante que se aplique con criterio y con una evaluación de los riesgos que representa cada uso concreto.
«La inteligencia artificial utiliza neuronas artificiales para aprender»
Las metáforas ayudan a comunicar realidades técnicas complejas, pero pueden confundir si se toman al pie de la letra. En 2022 cualquier noticia en prensa no especializada sobre inteligencia artificial equivalía a redes neuronales (una metáfora de su funcionamiento real).
La realidad es que al hablar de IA hacemos referencia a una combinación de funciones matemáticas simples, vagamente inspiradas en el comportamiento eléctrico de una neurona que allá por los años 50 su inventor llamó “perceptrones”. Cuando leemos “una IA hace esto” en realidad debería decir que ‘la multitud de conexiones de un array de comparadores afines con funciones de activación predefinidas se ha configurado mediante descenso de gradiente para minimizar la función global de error’. Esto no hay quien lo entienda, es mucho más atractivo decir que ha “aprendido”. En cuanto a la profundidad del aprendizaje, no tiene que ver con la capacidad de filosofar de la máquina, sencillamente esa aplicación tiene múltiples comparadores conectados en cadena.
«La IA va a acabar con todos los puestos de trabajo repetitivos»
Esta afirmación es cierta en gran medida. Es probable que la IA «acabe» con ciertos puestos de trabajo, pero no por su carácter inteligente, sino por lo novedoso de su funcionamiento, como otras muchas tecnologías antes.
Las máquinas sustituyeron la fuerza animal en los principios de la revolución industrial, y el automóvil se llevó por delante a los herreros, los criadores de caballos y las casas de postas, pero a cambio se crearon nuevas industrias. Así, podemos decir que la IA terminará con los empleos de baja creatividad, pero que a cambio hará que aparezcan otros en los que se necesite personal más capacitado.
«Es inevitable que las máquinas inteligentes acaben dominando el mundo»
Esta visión distópica tiene su origen en la ciencia ficción. En la película 2001: Una odisea del espacio, el ordenador HAL 9000 se rebelaba contra la tripulación. En Terminator, los robots se hacían con el control del planeta después de que el superordenador Skynet desencadenara una guerra nuclear. Sin embargo, la realidad es que los seres humanos no necesitamos de la ayuda de máquinas para destruir nuestra casa común, tal y como demostramos a diario. La IA no va a acabar con nosotros por voluntad propia ya que no tiene.
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