La cultura del siglo XXI, nacida de los mass media, la tradición visual moderna, los nuevos ambientes tecnológicos, los ordenadores personales y el desarrollo de internet, son el contexto de un nuevo paradigma para el arte, el diseño y la creatividad en general.
Lejos de la originalidad, el privilegio de la novedad y la creación desde la nada, los creadores contemporáneos dejan de ocupar las antiguas posiciones narcisistas del arte. Tanto su identidad como su trabajo como artistas se construyen desde la conciencia de universos compartidos con otros agentes culturales, otros contenidos disponibles, otros usuarios, etc.
Mashups, memes, remixes, collages o ready-mades son algunos de los procedimientos de postproducción, del uso de materiales preexistentes y referentes culturales, nacidos al albur de las sociedades de la información, del pensamiento y creación colectiva derivada del caos informacional de la era de internet. Las referencias y productos culturales son ahora instrumentos de vinculación que establecen nuevas formas de sociabilidad y nuevos mercados culturales.
Nicolas Bourriaud se refería a este nuevo escenario como la sociedad de la cultura del remix y la cultura del deejay. Las reproducciones, las copias, las versiones y las referencias a otras obras son ahora parte de una estética relacional que promueve las obras que surgen de la combinación o edición de materiales existentes para generar un nuevo producto.
Esta nueva concepción del acto creativo tiene como tarea seleccionar e interpretar referentes culturales para insertarlos dentro de contextos definidos en los que la obra, el contenido artístico, se modela a través de la atracción entre diversos elementos dados, en una interrelación conceptual y afectiva cuya proposición última es “habitar un mundo común”.
Nicolas Bourriaud sostiene así que “el arte es la organización de presencia compartida entre objetos, imágenes y gente”, pero también es “un laboratorio de formas vivas que cualquiera se puede apropiar”. Ya nada se produce desde la individualidad o las materias primas, sino desde la interacción y la elaboración colectiva de los significados culturales ya existentes. El trabajo de los artistas consiste entonces en la producción de relaciones que producen otras relaciones, y así hasta el infinito.
Dentro de este paradigma de la reproducción, las copias, las versiones y las referencias están también los memes. Según Richard Dawkins, autor de El gen egoísta e inventor de la palabra, “una cultura es información transmitida entre miembros de una misma especie, por aprendizaje social mediante la imitación, la enseñanza o por asimilación”.
Los individuos somos así portadores de información cultural, somos un soporte para la difusión de datos, somos sujetos relacionales. En ese sentido, el papel de los agentes culturales no consiste solo en trabajar con la forma en que se transmite la información, sino en entender cómo evoluciona: siempre desde la imitación y la interacción con otras personas, otras obras, otros contenidos, etc.
Las ideas, los comportamientos o los estilos tienen así la capacidad de extenderse por imitación entre personas, conformando fenómenos globales de propagación cultural. De esta forma, las personas somos productos de la evolución biológica, pero también de la evolución cultural dentro de un campo social, un campo de relaciones interpersonales.
La cultura es hoy un escenario desde el que el arte reprograma constantemente el mundo actual; el mundo del arte es hoy un enorme depósito con herramientas e información listo para ser utilizado y manipulado. Y como dice Bourriaud, “ya no sirve lamentarse de que “todo ha sido hecho”, de lo que se trata hoy es de “captar los códigos de la cultura, las formas de vida cotidiana, las obras del patrimonio global y hacerlas funcionar”.
Este post ha sido elaborado por Bárbara Sainza, profesora de Arte Contemporáneo y Digital y Arte Creativo del Grado en Diseño Digital de U-tad.
