Valeria Palmeiro (Madrid, 1989), más conocida bajo el nombre artístico de Coco Dávez, es una pintora, fotógrafa y directora de arte con un estilo muy particular. De entre sus múltiples obras, caracterizadas por el uso de colores llamativos, destaca Faceless, una colección de retratos sin cara de diferentes personalidades. Desde U-tad hemos hablado con ella para que nos cuente un poco más acerca de su carrera profesional y la construcción de su reconocible identidad. ¡No te lo pierdas!
P: Te fuiste a Londres para estudiar fotografía, pero terminaste agarrando el pincel, ¿antes de ese momento ya pintabas o empezaste entonces?
R: Yo me pasé toda la infancia pintando, como la mayoría de los niños y niñas. Fui a clases de dibujo hasta los 13 años y luego lo dejé porque me encantaba pintar por mi cuenta, pero no por obligación. Por eso, le dije a mi padre con una mentira piadosa que ya no me interesaba la pintura y empecé a pintar solamente durante mi tiempo libres, en la soledad.
Durante esos años también me empezó a interesar la fotografía. Me fui a Londres con la intención de estudiar allí, pero al llegar me di cuenta de que no podía pagarme las escuelas que había estado mirando. No obstante, tuve mucha suerte, ya que durante mis primeras semanas allí conocí a un fotógrafo chileno que me ofreció ser su asistente, aprender trabajando. Al mes y medio me di cuenta de que la fotografía no era lo que esperaba y que echaba de menos pintar, y fue en ese momento, lejos de la mirada paterna y materna, cuando retomé los pinceles y comenzó mi carrera.
P: ¿Todo lo que sabes lo has aprendido de forma autodidacta?
R: Todo lo que he aprendido en los últimos años ha sido a base de prueba y error, de forma autodidacta, porque nunca se me han dado bien los estudios. Esto no significa que yo esté en contra del aprendizaje, sino que creo que hay métodos en los que unos somos mejores y otros peores.
Por otro lado, el haber dejado de pintar a los 13 años hizo que a los 21 siguiera pintando como una niña, por lo que sabía que tendría que trabajar el triple para llegar adonde quería. Muchas veces pensé: “Yo no me merezco esto porque no he estudiado, porque no tengo una carrera…”, pero ahora estoy orgullosa de mi recorrido.
P: ¿Cómo ha sido el proceso de construcción de tu propia identidad como artista?
R: Surgió muy poco a poco. La primera vez que trabajé como ilustradora fue en el periódico El Mundo, que fue el primero en darme una oportunidad. Durante esos primeros años a mí no me preocupaba no tener un estilo propio porque lo único que quería era dedicar mis horas a pintar y a aprender, a tocar todos los palos posibles.
Años después sí que me empezó a dar un poco de rabia no poder pintar lo que yo quería en cada momento, y al haber hecho tantas cosas no sabía en cuál estaba más cómoda o cuál era mi favorita. Por esta razón decidí empezar a usar mi tiempo libre para generar obra, pero caí en la trampa de la moda. En ese momento se llevaba la ilustración clásica, el plumín, la tinta china… y sí, conseguía trabajos con eso, pero no era feliz. A raíz de ahí una tarde decidí pintar para mí, sin presión. Por aquel entonces me gustaba jugar a ponerme límites, a decir: “Venga, voy a trabajar solo con tres colores”, y como era de esperar, después de tanto tiempo sin usar los pinceles, el resultado fue un desastre, pero me lo pasé muy bien.
Al retrato que había hecho aquella tarde decidí borrarle la cara rellenándola de color, y me di cuenta de que seguía reconociendo al personaje, así que lo primero que pensé fue: “Si me pasa esto a mí a lo mejor al resto también”. Entonces decidí escoger distintas personalidades y hacer un juego en redes en el que la gente tenía que adivinar quiénes eran: así surgió Faceless. Con esta colección me di cuenta de que yo estaba trabajando con el blanco y el negro cuando siempre había estado rodeada de color, y así, de forma natural, empezó a surgir una paleta. Luego empecé a generar un tipo de formas con las que no necesita demostrar continuamente lo bien que pintaba, sino que me hacía disfrutar con mi trabajo, pasármelo bien y no tener miedo a fallar. Se podría decir, por tanto, que con Faceless empecé a descubrir un mundo en el que me sentía cómoda, y eso acabó transformándose en una coherencia, una gráfica, un estilo, una identidad.
P: ¿Cómo de importante es que cualquier personaje público tenga una identidad definida para que sea reconocible? ¿Cómo influye este hecho en el éxito de su carrera profesional?
R: No tengo una respuesta concreta, pero sí que es cierto que cuando hice el libro de Faceless me di cuenta de que la gente que más llama mi atención es la que tiene un perfil muy definido. De hecho, podría decirte que la que más me gusta es la que pasa toda su vida con el mismo aspecto. No sé, yo creo que todos de alguna manera somos un producto, pues dentro del arte estamos vendiendo un tipo de atmósfera y estética que se impregna en nosotros.
A mí me encanta la moda porque es otro lenguaje. Con ella estamos diciendo cómo vemos la vida, cómo nos la tomamos… Pero tampoco es que haga falta ser estrafalario o ir siempre a la última. Steve Jobs por ejemplo era muy neutral, siempre con vaqueros y cuello alto, pero solo con eso ya nos estaba diciendo mucho. En definitiva, a mí lo que me gusta y lo que me llama la atención es la coherencia. Es lo más importante.
P: ¿Has querido en algún momento plasmar a alguien y no lo has conseguido?
R: No haberlo podido plasmar como tal no, pero a veces he hecho retratos de personajes no tan conocidos y la gente me ha preguntado: “Oye, y este quién es?”. También me ha pasado haber pintado algún personaje con una paleta de colores que lo hacía irreconocible. Uno de ellos fue Anna Wintour, con una paleta de color se la reconocía y con otra no. Lo mismo me pasó con Amy Winehouse, la pinté de rosa y no te trasladaba al personaje, en cambio en rojo sí.
P: El color está muy presente tanto en tus obras como en tu estudio y tu forma de vestir, ¿por qué?
R: A mí el color me parece un lenguaje. En mi estudio necesito esta rueda de color porque me da mucha energía. Si un día estoy un poco baja de ánimos me meto aquí y de repente me apetece hacer cosas. Hay algo en el color que trasmite mucho.
El color da alegría, y eso es lo que yo siempre he querido transmitir en mi obra. Es verdad que hace unos años tuve una crisis porque como artista siempre he estado rodeada de un ambiente vitalista y optimista, a pesar de que yo no me he sentido siempre así… Y yo no quería vender algo que no estaba sintiendo. Por eso, y como sigo estando muy a gusto con el color, mi reto ahora es transmitir diferentes tipos de estados con esos mismos colores.
P: Más allá de tu colección Faceless, ¿qué otro proyecto es especial para ti y por qué?
R: Bueno, para mí todas las colecciones han sido especiales, aunque de todos los proyectos que tengo con el que me quedo sin duda de los últimos años es con mi podcast, Participantes para un delirio. Es el que más alegrías me ha dado y el que más me ha enseñado, ya que gracias a él he descubierto muchas cosas sobre mucha gente, pero sobre todo he descubierto mucho sobre mí.
P: Hablando de tu podcast, en él charlas con diferentes personalidades acerca de la salud mental, ¿cómo crees que afecta a esta exponer continuamente tu trabajo en redes?
R: Siempre se ha dicho que las redes sociales generan muchas cosas malas, y sí que lo hacen, pero también producen muchas cosas buenas. Yo hasta hace un año y medio disfrutaba muchísimo de Instagram y nunca me había generado nada de ansiedad. Quizás sí que sentía la presión de tener que subir contenido, pero dentro de eso siempre me lo he pasado muy bien, he conocido a muchas personas y me han surgido proyectos increíbles.
Es cierto que en los últimos años ya no me apetecía estar tan expuesta por mi situación personal, y sí que he empezado a entender mejor esos problemas que pueden generar. Cuando por ejemplo cambió el algoritmo de Instagram empecé a sentir mucha inseguridad con mi trabajo, pero rápidamente me di cuenta de que ese sentimiento venía por la red social y no porque tuviera menos clientes o vendiera menos. Entonces, de alguna manera y con mucha terapia también, aprendí a poner límites.
Yo lo que hice fue poner mi foco en otro tipo de proyectos, ya que por suerte no solo vivo de Instagram. En el momento en que yo entendí que la red social solo era una pata más de otras muchas empecé a fomentar las otras muchas, y dentro de esas la que más me motivaba era esa nueva vía de comunicación, el podcast.
Se podría decir que a mí me ha salvado mucho el centrarme en el mundo real más que en el digital, el dedicarle todo mi tiempo y energía a proyectos más presenciales. Tener contacto con otras personas es lo que me hace estar mejor.
P: ¿Qué consejo le darías a nuestros estudiantes de Ilustración/Diseño?
R: Yo no sé cuál sería el mejor consejo, pero mi mayor miedo cuando empecé en este mundillo fue no tener portfolio. Sin embargo, creo que justamente eso es una gran oportunidad para mostrar lo que mejor sabemos hacer y hacia dónde nos gustaría ir. Con esto quiero decir que si no tienes todavía un portfolio lo mejor que puedes hacer es inventarte proyectos con los que puedas lucirte y sacar lo mejor de ti, con el fin de tener una carta de presentación que te venda lo mejor posible. Piensa que el mejor y el peor cliente siempre vas a ser tú mismo, el más exigente y también el que te dé las mejores oportunidades.